domingo, 21 de diciembre de 2008

LO QUE DEJA EL 2008



El año que se va deja un mejor sabor de boca en comparación al pasado, cuando las listas de favoritas de estrenos comerciales, en muchos casos, rodeaban los cinco títulos.

Que haya once en mi lista indica que la cartelera superó su media de los años anteriores, debido, en gran parte, a la cosecha de la temporada de premios, que dejó más de una película notable, y a algunos estrenos tardíos de trascendida valía.

Nota aparte es el buen año de los superhéroes (Batman, Iron Man y Hulk), dejadas atrás están sus deleznables apariciones en celuloide para el consuelo de los también fanáticos de los cómics.

La lista es variada en géneros y estilos, y confirma un hasta ahora inadvertido dejo mío por el cine comercial dispendioso y de largo aliento que supera sus pretensiones estéticas y ahonda en su designio y visión, como muchas de las siguientes.

1. EXPIACIÓN, DESEO Y PECADO, de Joe Wright; porque me transmite su tonelaje de culpa.
2. PETRÓLEO SANGRIENTO, de Paul Thomas Anderson; porque siniestra es su versión del “sueño americano”, explotador miserable de los crédulos.
3. NO ES LUGAR PARA LOS DÉBILES, de Paul y Ethan Coen; porque su arrasadora persecución es la esencia de la (super)vivencia.
4. SWEENEY TODD, de Tim Burton; porque descubrió que los musicales con sangre son encantadores.
5. EL CABALLERO DE LA NOCHE, Christopher Nolan; porque el villano nos enrostra atinadamente a todos como sus semejantes.
6. CRIMEN Y LUJURIA, de Ang Lee; porque convence que la naturaleza humana brota con las carnes al aire.
7. PROMESAS PELIGROSAS, de David Cronenberg; porque la violencia y el peligro son intrínsecos de cualquier lado de la urbe.
8. LUCES AL ATARDECER, de Aki Kaurismaki; porque también se puede disfrutar del patetismo.
9. EL ORFANATO, de Juan Antonio Bayona; porque cada vez es más difícil encontrar una de horror efectiva.
10. LA NIEBLA, de Frank Darabont; porque su final de blockbuster mediocre no le permitió mejor puesto.
11. PIÑA EXPRESS, de David Gordon Green; porque la bizarría, el humor y la insolencia hacen una buena tríada.


En el circuito cultural y festivalero también se vio un alza, además por la adición del festival de origen europeo “Al Este”, animador, en adelante, del calendario cinéfilo de fin de año, reforzando a la muestra anual de cine europeo organizada por la PUCP desde hace 20 años.

La mayoría de las mencionadas en esta lista formaron parte de la programación del último Festival de Lima, comentado en su curso en estas páginas.

1. LOS BASTARDOS, de Amat Escalante; porque no distingue pulsiones de acciones, ni hace énfasis en el drama ni en el tedio, como la vida.
2. EN LA CIUDAD DE SYLVIA, de José Luis Guerín; porque es una poesía del seguimiento, de la búsqueda la belleza.
3. CALIFORNIA DREAMIN’, de Cristian Nemescu; porque denuncia efectivamente la irrupción bélica estadounidense en el mundo.
4. EL CIELO, LA TIERRA Y LA LLUVIA, de José Luis Torres Leiva; porque es un idilio audiovisual entre la naturaleza y el hombre.
5. LEONERA, de Pablo Trapero; porque es una representación contundente de la natura femenina.
6. INTIMIDADES DE SHAKESPEARE Y VICTOR HUGO, de Yulene Olaizola; porque las vidas reales son más oscuras y enigmáticas que muchas ficcionales.
7. LA MUJER SIN CABEZA, de Lucrecia Martel; porque los fantasmas internos perturban más que cualquier pasado.
8. UN TIGRE DE PAPEL, de Luis Ospina; porque pone en cuestionamiento nuestra credulidad.

Y no podemos dejar a nuestra patria de lado. Este año el cine nacional hizo dos irrefutables papelones, de exportación imposible si se quiere evitar un despropósito para la ya deslucida imagen del cine peruano, con Mañana te cuento 2, de Eduardo Mendoza, y Vidas paralelas, del Ejército Peruano y la Universidad Alas Peruanas. Películas ridículas, escritas con ningún oficio, que proyectaron su éxito en los complacientes favores del público consumidor de papilla.

Sobre la primera, ofende la imagen que tiene Mendoza del público cinemero, ¿qué le hizo pensar que el desfile grotesco de estereotipos gusta al público? Mañana te cuento 2 parece una tosca parodia de la suerte y las consecuencias que acarrea, siendo en verdad la historia de un amor alérgico al buen gusto.

Por otro, la universitaria-castrense, que estigmatizó como cineasta a una profesora de comunicación, recreó la memoria del penoso pasado terrorista con un enfrentamiento aburrido entre el bien y el mal, finalizando –en una clase maestra de solemnidad- con un discurso quisquilloso sobre la falta de laureles para los militares combatientes.

El remanente son cuatro fallidas obras personales de pocas gracias, pero el tema amerita muchas más letras y el leitmotiv del post no precisa de esto.

jueves, 11 de diciembre de 2008

SALDO (DEUDOR) DEL CINE PERUANO DEL 2008

El piloto –o simulacro- de industria (cinematográfica), como denominé a la seguidilla de cinco títulos nacionales que se estrenaron entre el 25 de setiembre y el 27 de noviembre pasados, ya deja ver su saldo como conjunto.

Lo primero que se ha puesto sobre el tapete es la definición de “la fórmula del éxito”, deduciendo entre los caracteres de cada película qué fue lo que propició el fracaso de unas y la aceptación de otras. La guionización ‘de autor’ de las películas es señalado como factor principal de discordia con el público, en el que se prepondera –dícese- la visión y misión del director al enganche con el auditorio, que quiere reflejos suyos en los personajes, representación de sus cotidianeidades y, también, de sus pesares. Esto aplica a cuatro de las cinco estrenadas, Pasajeros, Un cuerpo desnudo, El acuarelista y Dioses, la cual sí pudo “enganchar con el auditorio”, junto a Vidas paralelas, panfleto redentor de la imagen del ejército, embozado de texto de reflexión.



Mientras que la de Rocío Lladó retrató el sufrimiento cívico por motivos terroristas, la de Josué Méndez se encargó de representar las frivolidades de la clase alta limeña. El autor de esta última obtuvo elogios de la crítica por su obra anterior, Días de Santiago, lo que sin duda despertó el interés popular para su obra siguiente, haciéndola exitosa en boleterías. Por otro, el aceptable resultado en monedas de la película universitaria-castrense de Lladó vino por favores del público, que congració con sus estereotipos risibles del bien y el mal.

Pasajeros, El acuarelista, y Un cuerpo desnudo, registraron fracasos en taquilla, coincidentemente por no tratar temas cotidianos ni mostrar personajes de perfiles reconocibles para el público espectador. Se deja entrever entonces que la problemática del conflicto cineasta-público no se debe a la plasmación de elementos del cine ‘de autor’ en una película sino que el designio del realizador para el público le es de total desinterés. Se maneja entonces la alternativa de la mixtura del filme comercial con el de denuncia social, pero esa también es una fórmula falible, muy proclive a la petulancia.

El estreno de una cinta nacional es advertido por el público de a pie como el lanzamiento de una nueva mostración de sus entornos, de lo que les es identificable, por lo cual, los curiosos, asisten para ver en pantalla grande ‘la nueva historia de su barrio’, ‘lo que le pasó a fulano y a mengano’, un relato simple que les permita ser partícipes; de no ser así, resulta una decepción. Fórmula facilona que también esta viendo buenos resultados en televisión.



Como contador de historias de interés masivo, el cine, está sufriendo de indiferencia, más aún con el arraigo del formato de miniseries que pululan en toda la señal abierta, cubriendo el espacio de divertimento popular en las noches. Además, la concepción del cine cada vez más se refiere al formato digital, de efectos especiales, que aleja a los interesados del drama de la pantalla grande, refugiándolos en la TV o el DVD. No obstante, una película hace cifras importantes en taquilla porque logra convocar gente no asidua a las salas, que se ve atraída por un material que en pantalla chica no es disfrutable, mayormente sci-fi y horror; gente que nada le importa las motivaciones de una historia o las razones existenciales de un autor, sea cual fuere su nacionalidad, por lo que el llamado al apoyo patriota por el cine peruano es siempre omitido.

Se concluye, finalizada esta seguidilla, que la aglomeración de estrenos no nos hace una cinematografía sostenible, lo que pasó este fin de año fue una coincidente confluencia de intereses individuales en busca de sus propios nortes, que, con tufillo patriotero, se le denominó “maratón de cine peruano”. Y es que más divorciadas que la crítica con el público, que los cineastas con la crítica y que el público con los cineastas, lo están las películas nacionales entre sí. De darse otra “maratón” en el verano de 2009, tendrá resultados irregulares como los de ahora.

El magro promedio de 20 000 espectadores irá decrescendo si es que no se plantea un concepto de cine peruano, de temática y condiciones de realización exclusivas, que, una vez sedimentado, evolucione a identidad e industria fílmica, una no precisamente homogénea. Ergo, de seguir la constante actual, la producción nacional, arriesga a verse postergada sólo a los sectores alternativos, cine foros y algunas salas independientes, cual arte marginal. Treinta años atrás, el Grupo Chaski retrató la marginalidad del cholo limeño en la década ochentera; actualmente, el emergente cine provinciano se maneja en los códigos del cine de monstruos y el horror; ambos, ejemplos de unidad temática que consiguieron un público que permitió sus continuidades.


Con este ciclo se demostró también el poco alcance de la crítica, su débil influencia, atendida más por círculos cinéfilos que son, curiosamente, los pocos contados que “apoyan” el cine nacional. Que Vidas paralelas, maltrecha por los entendidos, y Dioses, de dividida aceptación, fueran las de mayor acogida, confirma el panorama y exonera de culpa a la crítica sobre el fracaso de la mayoría de las últimamente estrenadas.

Empero desalentador es aseverar que el desapego de las mayorías al cine ha degenerado en un prejuicio culturoso que lleva como lema -dicho a pecho inflado, cual dogma- “El cine peruano es pésimo”, comentario suscrito por casi toda la juventud académica, que adjetiva como bodrio a los productos nacionales con tan sólo ver los trailers. La idea es soltar la lengua con asidero sobre la cinta que se juzga, y no sentenciar a la cinematografía peruana, de historia invisible, porque no gustan de ninguna de Lombardi ni de Josué Méndez.