¿Alguna vez ansiaste ajusticiar a los causantes de tus rencores reprimidos? ¿Borrarlos del mundo sin dejar rastro? Si no eres rencoroso modifico la pregunta para aludirte: ¿no quisieras desquitarte de quien alguna vez te hizo daño? Respondo citando a Nola Carveth (Samantha Eggar), quien sí ejecuta sus otrora amenazas, aunque indirectamente a través de pequeñas encarnaciones de su odio. Pequeñas criaturas de rostro deforme que acometen contra el motivo de su nacimiento: el resentimiento contra la madre, padre o profesora de la hija de su progenitora, a quienes dan muerte como esbirros de endemoniada saña. Nola maquina sus ataques desde Somafree, instituto psiquiátrico manejado por el Dr. Raglan, donde se trata con psicoplasma (fusión ficticia de la hipnosis y la regresión, que consiste en que el terapeuta asuma identidades ajenas relacionadas con su paciente para lograr una relación estrecha entre ambos). Este tratamiento desde el prólogo amaga ser el recurso villano del supuesto antagonista: el Dr. Raglan (Oliver Reed), quien en una magistral y escalofriante escena inicial muestra ante un auditorio una de sus sesiones cual obra de teatro, donde denigra a su desequilibrado paciente con adjetivos humillantes y domadores, logrando el sollozo y amansamiento del mismo ante la admiración y asombro de los espectadores -incluyéndome-. Escena montada en tablas a poca luz, sin accesorios ni parafernalia, delante de curiosos perplejos por la manipulación de un hombre a otro como si de su mascota se tratara. Perturbadora y enajenante, esta escena sumerge al relato en una oscuridad esotérica de la cual nunca reflota.
La pequeña Candice representa la vulnerabilidad del "héroe", Frank Carveth, esposo de Nola y padre de la niña, que busca exhaustivamente resolver los misterios de los homicidios de sus suegros y de la involucionada condición insana de su cónyuge, inculpando al Dr. Raglan por su sospechoso perfil. La infante traumatizada es la única conocedora -junto al doctor- de la guardería de los enanos al servicio de Nola, siendo golpeada por ellos y dejándole marcas que su padre advierte a inicios de la cinta, e imputa a la madre como causante de aquellas. Con ese dilema se da inicio a la intriga.
Cronenberg dice: “(La película) Insistió en ser rodada de una manera muy personal. Nunca he estado más cerca de la autobiografía personal de lo que llegué a estarlo en esa película, y espero no volver a acercarme tanto.” Así de detestable fue la familia para el canadiense, pues la muestra como una institución endeble, pródiga en falacias y represora de acción. Un encadenamiento legal reforzado por lazos consanguíneos que producen sentimientos ambivalentes y contrarios, conflictivos y tormentosos. La óptica familiar del cineasta es digna del tullimiento. Las secuencias que involucran tal óptica como las sesiones psicoplásmicas (entre Raglan con Nola o Mike) brindan los mejores momentos del filme, los más lóbregos e inquietantes, asimismo los más esclarecedores. Visiones tan oscuras del mundo, de sus sistemas, de sus doctrinas y de sus instituciones perpetran monstruos devenidos en maestros del arte.
Lo grotesco está siempre latente en la obra de Cronenberg, los rostros repulsivos de los enanos encapuchados y la escena reveladora del génesis de estos son los respectivos a esta entrega. La toma en la que se muestra la gestación exterior de las pequeñas encarnaciones del rencor es la más palpitante y significativa por atar los cabos sueltos, además de estar cargada de significación tenebrosa y paranormal, pues cual alienígena Nola procrea de forma autónoma a seres vivos.
En The Brood Cronenberg cuenta con un equipo profesional afín a sus intereses macabros, con Carol Spier en la dirección artística, Mark Irwin en la fotografía y Brian Day en el sonido -aspecto más destacado que los antes mencionados por la precisión en la utilización de efectos agudos que alarman y sobresaltan-. Además se contó con la colaboración del compositor Howard Shore, responsable de una inspirada banda sonora con pasajes trágicos notables, que se amalgama en óptima armonía con el sonido celebrado líneas arriba.
The Brood es considerado un clásico del género de horror por quienes gustan de clasificar y etiquetar todo elemento conocido. Para mí esta obra atemoriza más por su premisa y concepto que por las vicisitudes acaecidas en la narración, por la figuración de distintas sensaciones y tirrias y por la ambigüedad maldita de los personajes de perfil indefinido... Sí, la mente perversa de Cronenberg es la que me amedrenta.