jueves, 4 de octubre de 2007

EXPERIENCIAS CON Y EN EL CINE VI

El estreno comercial de The fountain es todo un suceso para la cartelera local, pues tras una larga espera (1 año aprox. desde su primera proyección en el Festival de Venecia 2006) ha llegado a nuestro medio -aunque sólo se exhibe en los multicines UVK- presidido de diversos comentarios (extremistas en lo positivo y en lo negativo) que alimentan la expectativa del filme. Tras su visionado puedo recomendarla con toda confianza si se quiere experimentar personalidad, pasión y entrega en un film, mostradas en cada toma y parlamento. Se dice, en lo general, que Hollywood atraviesa por una crisis creativa desde hace ya un buen tiempo, pero siempre se formulan excepciones aislables a esos prejuicios, obras que exceptuan esas premisas generalizadoras; el romanticismo de Aronofsky con su película más personal le concede esa exclusión.
- Mi experiencia data del 1 de octubre, día (lunes) con el horario más asfixiante de mi siempre aburrida semana: trabajo de medio tiempo por las mañanas, clases académicas indeseadas por las tardes y actividades soporíferas en casa por las noches; dejando como remanente a las cansadas horas de inicio de la madrugada, donde la voluntad intenta -muchas veces cin éxito- vencer al sueño. Todo ese bosquejo de sosa cotidianeidad fue quebrado ese primer día del mes, en que me propuse visionar la última película de Aronofsky acompañado de mi amada prestamista. Estaba todo fríamente calculado, como diría un antenudo superhéroe colorado:
A las 14.00 horas, tras salir de mi cento de labores en el Óvalo Gutierrez, Miraflores, estaría siendo esperado por mi compañera sentimental (con dinero en mano) para enrrumbarnos hacia el UVK de Marina Park, San Miguel -el más barato- y coger tickets para la función de las 16.00 h. El bus con ruta directa hacia la Av. La Marina fue a prisa, lo que nos permitió llegar 30 min. antes de la función. Eso nos dio tiempo suficiente para abastacernos de snacks y bebidas, además de temperar el cojín de la butaca en pro de un placentero visionado... La película estaba a punto de empezar y sólo el 3% de la capacidad de la sala estaba ocupada. Ni vuelta que darle, la sala 6 del UVK de Marinapark se convirtió en mi sala personal, en la cual nada interfería entre mi visión y el ecran, ni cabezas ni sombras ni celulares.
El cine me causa sensaciones nunca antes vividas en todo sentido, como en esta ocasión el de la frustración potencialmente evitable. Explico: Antes de la función no había podido almorzar por la prisa que tuvimos para llegar a tiempo, motivo por el cual 'invertí' dinero para comprar piqueos y sodas, y así contener mi apetito. No había contado con lo bulliciosas que suelen ser esas bolsas con el mínimo contacto, por eso una sala de cine no es propicia para su consumo. Cada vez que me disponía a coger la bolsa un molesto sonido reforzado con eco se hacía sentir, lo que provocaba mi acción en el instante. Resignado soporté el hambre, más los goteos salivales en mi vacío estómago durante todo el film... Ya fuera del establecimiento devoré, literalmente, las dos bolsas que había adquirido en la previa, más como acto de catarsis que como calmante de apetito. Estaba claro, lección aprendida: "No llevar bolsas a las salas, pues su molesto sonido se convierte en un soundtrack in live indeseado".
La leccción aprendida nro. 1 es la mencionada líneas arriba, la segunda es el conmovedor celo de Aronofsky para con su trabajo; actitud siempre bienvenida en un artista. Más allá de no ser un gran film, The fountain consuma a su realizador como un simpático referente del Hollywood 'de autor'.

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