El 'espíritu' penante de Ta es quien convoca al resto de vuelta para el enjuiciamiento presidido por la maestra (Panor),quien inconforme por el desconocimiento del culpable de su sufrimiento prodiga abyección indistintamente. En ese detalle radican los principales desatinos del film, pues siendo Ta una ilusión producto de magia tiene demasiada injerencia en los acontecimientos: habla por teléfono, da chapuzones salvadores, socorre vidas, carga en hombros, etc. Este despiste alude a la distracción del espectador, quien es presa de un truco atentador contra el raccord del acabado, además de mermar en la impresión narratológica concebida. Se da un giro de tuerca radical para inyectarle drama e impacto al desenlace, recurso innecesario para lo que ya se había logrado con la tensión propuesta, moción trepidante y demostración doliente en el transcurrir de la película, por lo cual ese ardid de sorpresa resulta contraproducente.Kim muere al 'espíritu' de Ta llevársela consigo para cumplir con la condición del último conjuro mostrado, consistente en la unión eterna de ambos.
El arte del diablo carece de estética fotográfica sugerente, sólo acude a la lobreguez de la imagen como denotadora de lo sombrío, además de no contar con pulcritud del lenguaje, pues los cortes y empalmes secos significan no prisa en el montaje sino falta de oficio para esa lid. Los atributos desconllantes de esta producción tailandesa son las variables en el tratamiento de la emoción terrorífica vivida por los jóvenes, en la transformación lograda del relato soso y convencional a un vaivén de amenazantes situaciones capturadoras de atención, y en la 'valentía' de encararnos sangre, piel y huesos como sustancia justificada por la intención establecida.
Esta entrega es efectista, sí, pero para enrostranos nuestra sensiblera e indiferente idiosincrasia de manera sumamente explícita frente a las consecuencias sufrientes de la venganza, generadora de más venganza, omitiendo la elipsis en los momentos compuestos de imágenes grotescas hirientes a susceptibilidades cursiles. La dupla tailandesa no duda en abrasar a un sujeto vivo, en arrancar uñas con alicate, en extraer reptiles de las entrañas de un individuo o en hervir el rostro de una mujer; esto será en pro de inquietar nuestra conciencia a fin de un estribillo moralista, pero imperiosamente alarmante en esta sociedad actual de autodestrucción... La venganza es tema y preocupación cogidos, también, por Chan Wook Park, otro asiático, como musa para su filmografía en su "trilogía de la venganza" (Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy, Sympathy for lady Vengeance) que tanto estupor produjo tanto en oriente como en occidente.
Esta tailandesa anima la cartelera por el principal hecho de ser una película de 'idioma extranjero' (no gringo) presente en nuestra hollywoodense lista a disposición, lo que la convierte en una rareza, aparte de proceder del Asia fructífera de hoy, fuente sorprendente de hechuras originales y ambiciosas tanto en lo narrativo como en lo argumental. Por ello, se agradece la llegada de esta versión antes que los norteños pergeñen un despreciable remake como los que suelen hacer -y traer- para nuestro infortunio.
El arte del diablo es entretenimiento culposo, asimismo una reflexión embozada con sangre. Si para una próxima entrega los autores tailandeses se preocupan en pulir su denuncia audiovisual con estética del lenguaje, más argumentativa lúcida y coherente, los resultados serán vociferados en un círculo más amplio que de la 'chibolada' asustadiza.
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