jueves, 3 de abril de 2008

A COLOUR BOX (1935)

de Len Lye

Entre azules, verdes y rojos, por limitaciones del reseau, filtro propio del Dufaycolor, antiguo proceso franco-inglés de coloración fotográfica, este rítmico audiovisual se muestra como uno de los más festivos y disfrutables -sin esfuerzo- de su época. Época en la que el cine experimentaba y explotaba sus posibilidades recién descubiertas, en piezas de corta duración, que condensaban las problemáticas de los autores en una idea general, desarrollada sin alargamientos ni ambages para no turbar al receptor con polisemias.

Así como desde un inicio se forjaba un establishment, soso y burgués, las infaltables corrientes rebeldes e innovadoras hacían lo opuesto, al desviarse del camino "correcto" para alegar con actos visuales, según sus influencias artísticas, contra ese sistema que empezaba a cimentarse. Si en un polo se mostraban formas figurativas e inteligibles, como gente en plática o laborando; en el/los otro(s), a cuadrados rojos dispuestos a danzar cual mortales, o líneas blancas que al hacer contacto con otras similares se disuelven como azúcar en agua, o fondos de apariencias moleculares que guardan en su trasfondo vivaces esfuerzos de atención, entre muchos más, tantos como la imaginación brinde o arroje, probablemente aún así quedando corto. Todos, en su visión propia del arte, enseñan que para cautivar no es necesario hacer uso de lo que todos conocen o identifican. La abstracción a eso refiere, a decir tanto o más que lo captado por nuestros sentidos en situaciones rutinarias, en el día a día.

Franjas paralelas que se redoblan y transforman en ondas sonoras visibles, colores que se alternan para dar dinamismo mientras algunas figuras con apariciones fugaces y esporádicas brindan versatilidad y apoyo al fondo generalmente azul. Por el final pareciera que diversos mosaicos amagan quedarse en escena, pero la melodía cubana de Don Baretto y orquesta, no permite estaticidad a ninguna de las partes, logrando la elaboración de un collage armónico en ritmos y colores. La festividad de la música contagia al movimiento incesante a todos los elementos que componen esta obra enajenante por su belleza cromática-móvil.

Un panel de expertos en el festival de cine de animación en Annecy, Francia, consideró a esta como una de las 10 obras más significativas en la historia de este género.


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