lunes, 7 de abril de 2008

UN NUIT SUR LE MONT CHAUVE (1933)

de Alexander Alexeieff

Un alocinógeno sombrío hecho con alfileres es esta pieza magistral de lo fantasioso y onírico. Pesadilla inintelegible en lo patente, entendida como amedrentadora por las sombras y oscuros que abarcan gran parte de la pantalla durante el metraje de esta cinta inspirada en lo fantasmal, supeditada a la sugestión o imaginación lóbrega del espectador para interpretar las muchas formas no reconocibles que se muestran. Un oleaje de grises lindante con lo puramente abstracto, que busca perplejidad y extrañeza por lo que miramos, haciéndonos ver nuestro temor a la ausencia de luz.

Junto a su esposa, Claire Parker, creó el Pinscreen, pantalla blanca compuesta por miles de alfileres en una base, que al presionarlos del lado inverso confeccionan formas o sensación de movimiento, consiguiendo así otro rango de texturas y efectos similares al 3D, totalmente distantes a los de la animación convencional de ese entonces.

Este es uno de los más claros y mejores ejemplos de esta técnica producto de la paciencia y la creatividad desbocada. Un mundo que sólo se percibe carente de júbilo y paz compuesto por figuras o entes que no precisamos a descifrar en la nebulosa Un nuit sur le Mont Chauve.

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