viernes, 10 de agosto de 2007

EXPERIENCIAS CON Y EN EL CINE I

Esporádicas fueron mis experiencias en y con el cine cuando era un niño (entre mis 6 a 12 años); tan aislados que no recuerdo más de cuatro: The Flinststone, Street fighters, Jurassic Park III y Titanic, esta última fue la que me dejó mejor impresión; me fascinó el desastre dantesco que presenciaba en primera fila. No crecí en presencia del gran cine; creía que sólo los gringos tenían la posibilidad de contar historias en la pantalla. Largo tiempo después descubrí lo equivocado que estaba.

Viví mi etapa escolar en el vicio lúdico del Super Nintendo y, posteriomente, el Playstation. Estuve alejado de cualquier manifestación artística toda mi pubertad. No tenía vocación alguna, ni inclinación hacia ninguna carrera científica ni de humanidades. Como lo dije en un post anterior, sólo me interesaba un puesto de transacción comercial, de preferencia una bodega de abarrotes, para obtener ganancias monetarias que calmasen mis necesidades futuras.

Al salir del colegio me dirigía a la academia para preparme para algo que nunca llegó: mi ingreso a la universidad. Ni siquiera lo intenté; tenía el desánimo del típico chico sin aspiraciones profesionales ni personales. Entonces, ¿cómo conocí al cine como expresión artística?. Como dije antes estaba en la onda lúdica e inmadura de querer divertirme con todo lo que llegaba a mis manos. Siempre me sedujo la idea de convertirme en artista, ante los ojos de todos, con tan sólo filmar mis puntos de vista a través de historias. Siempre fui renuente y enemigo de la falta de originalidad; aunque no aspiraba a nada, tenía cierta distinción en letras y creatividad. El cine, con sus características y posibilidades, comenzaba a guiñarme el ojo, y yo no le fuí indiferente.

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