John Lurie (Willie), Richard Edson (Eddie), Eszter Balint (Eva)
Allá por 1982 Jarmusch realiza un mediometraje llamado 'The New world', que cuenta la llegada de una chica húngara (Eva) a América para hospedarse por 10 días en el apartamento de su automarginado primo (Willie) -también de origen húngaro pero avergonzado de ello- hasta que parta 'permanentemente' hacia Cleveland a la casa de su tía.
En esta obra Jarmusch cimenta las bases de su cine, de sus inquietudes ideológicas, de cómo relatarlas. Los excluídos del sistema siguen siendo su materia prima a explotar.
Dos años después de la realización de ese mediometraje Jarmusch se embarcaría a la consolidación de la idea más la amplificación de la misma, 'agregando' dos capítulos más a la historia. A The new world se le unirían One year later y 'Paradise' para dar como resultado Stranger than paradise, segundo largo y obra revelación del director, en la cual se apela al relato contemplativo de ritmo taciturno a diferencia de las situaciones descontextualizadas de Permanent vacation.
La utilización del B/N contextualiza a los personajes en una sosa monotonía, donde no se haya más que el aburrimiento, la consolidación de su monolitismo y de su monocromía. Son atrapados en encuadres claustrofóbicos, habitaciones reducidas o ambientes abiertos pero insípidos. Esto apoyado con la estaticidad de la cámara que sólo se mueve sobre su eje, más los cortes secos secundados con carteles negros que no duran más del segundo, dando la atmósfera propicia de apartamiento, de aislamiento entre cada acto, de la inexistencia de una organización lineal ni de un carácter sistemático entre sus actividades diarias, perceptiblemente esporádicas. Sus errancias denotan desarraigo, pero también rebeldía hacia la sumisión de los avatares del destino. Por eso, le concede un irónico protagonismo al azar, que se ofrece como materia manejable, como arma, como asta de toro, el cual puede ser explotado sin ser garantía de éxito, sino simplemente el desahogo hacia la inoperancia. Los protagonistas van a buscar el paraíso, mas no se dirigen hacia éste como si se tratase de un rumbo fijo; se elaboran expectativas hacia un determinado destino (Florida) por la imperiosa necesidad de la existencia de una referencia -para no divagar, aunque paradojicamente lo hacen- y no porque se le acuñe el adjetivo de 'tierra prometida' invariable a un contexto determinado.
Stranger than paradise es el relato de una reacción en cadena triangular proescapismo: Eva irrumpe la rutina de Willie; éste influye mucho en los actos de Eddie, el cual es necesario para llenar la soledad de Willie. Willie una vez motivado -después de un año- por unas necesarias vacaciones va en busca de Eva, en compañía de Eddie, para rescatarla de la monotonía en la que está presa. Los tres juntos poseen la esencia de Allie, de Permanent vacation, quien buscaba novedad por sus propios medios. En Stranger than paradise existe la dependencia como si de un trípode se tratara. En la uruguaya Whisky, de la dupla Rebella-Stoll, denota esa influencia, de la motivación subliminal para buscar reidentificación en el trío protagónico. En la de Jarmusch lo subliminal no existe, pues las proposiciones son explícitas y no sugeridas como en Whisky.
Como ya he mencionado, Allie y Eva-Willie-Eddie tienen la misma esencia, la misma necesidad, las mismas perspectivas; lo novedoso es efímero y por eso hay que estar en constante movimiento, en una búsqueda atribulada de un hábitat propicio. Es un eufemismo decir que los cuatro están en vacaciones permanentes, cuando en realidad están permanenemente atrapados en la cotidianeidad vivencial. Por más que se muevan no hay nada qué encontrar, qué descubrir; las locaciones no dan identidad, y ese es un estigma sicológico de los personajes Jarmusch, quienes están destinados a sufrir el desencanto en la develación de sus temores hechos tangibles.
Jarmusch profundiza su perspectiva en su segundo largo, que es más prolijo y digerible que su ópera prima. Plantea las mismas interrogantes y propone las mismas respuestas. Se percibe un cambio de ánimo en el tratamiento del dilemo. En Stranger... le da cabida al azar para ironizar el relato, muchos gags cuasi intelectuales muestran a Jarmusch con su misma percepción, mas no con el mismo estado de ánimo. Por características como esta se comete el burdo error de encasillar al cine de Jarmusch en comedia cuando no hay nada más alejado que ese adjetivo que se le atribuye.
Los tres cápítulos proponen un aumento progresivo en la interrogante del destino final de los protagonistas. En The New World Eva llega a América e incomoda la rutina de su primo, este arribo le parovocan, a él, implícitas reminiscencias de su origen y motivos de autoexilio. Eva lleva en las mismas condiciones y para los mismos objetivos. Ella proyecta en el estado de Willie su resignada realidad en un futuro cercano, ésa es la aparición del estigma Jarmusch: la desilución ante la novedad. A los 10 días Eva parte a Cleveland a encontrarse con su tía, ahí empezará nuevamente el proceso descendente de estímulo ante lo desconocido. Eva ya no tiene expectativas asumió al nuevo mundo como el mismo mundo.
En One last year Eva no está presente en el ambiente de Willie, New York, su ausencia motiva una reflexión en él, buscará una salida al unilateralismo cotidiano, a lo geométrico... unas vacaciones amagan una solución. Cleveland, es el primer destino, el reencuentro con Eva. Willie y Eddie llegan allí para solo desencantarse al presenciar las mismas características que ellos dejaron atrás en New York. El 'paraíso' se esboza como salvadora en la compañía de Eva irán en busca de ésta.
'Paradise', el último capítulo del film es la concreción de su desilusión, de la similitud en todo contexto aparentemente desconocido. No hay forma de encontrar algo nuevo si ellos no cambian primero. Jarmusch nos envía una apología a la introspección, que considera como método correcto para tentar nuevas perspectivas, verdaderos nuevos mundos, para quizá poder aspirar recién a un paraíso que si concidera existente, pero tras un debido proceso identificativo.
Jarmusch no necesita agitación emocional, tampoco argumento atrayente, sólo ser sincero con sus propuestas, no disfrazarlas con lacrimógenos episodios ni muertos maníqueos moralistas. Nos lleva de la mano en un lineal paseo en auto, calmo y develador, que desnuda las pulsiones de sus protagonistas, quienes ejecutan sus destinos sin ningún apremio. La cámara, y nosotros, los miramos (ojalá) atentamente para darnos cuenta que ellos hicieron mucho sin hacer, simuladamente, nada.
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